viernes, 6 de abril de 2012

Esperanzas muertas


Una tarde fría de invierno nació Karen, la mayor de cuatro hermanos. De padre desconocido y madre soltera, vivían en una casa prefabricada de aspecto sucio y abandonado. Los vecinos apenas sabían lo que ocurría allí dentro, pero si sospechaban al ver a la madre entrar y salir con hombres y en un estado de embriaguez que asustaba. A veces se oían palizas y gritos, estos hombres pegaban y salían sin pagar a la madre después de hacer el servicio. Karen desde muy temprana edad tenía que cuidar de tres hermanos, de una casa en ruinas y de una madre alcohólica que se prostituía en presencia de ellos. Varios vecinos pertenecientes a la parroquia denunciaron el caso, sin saber completamente el estado de la familia a los asistentes sociales, y les costó tiempo, pero al final consiguieron que les hicieran una visita. No fue difícil sacar un informe poco favorable del entorno familiar en el que vivían esos cuatro niños con solo llamar a la puerta. Un jardín abandonado más parecido a un vertedero que a otra cosa, la puerta remachada con clavos y chapa tapando un cristal roto, y una mujer con el maquillaje restregado por la cara, desprendiendo un fuerte olor a alcohol y suciedad que casi no se sostenía por la borrachera. Cuando entraron los asistentes sociales vieron una casa sucia, y cuatro criaturas sorbiendo algo que jamás se acercaría a una sopa, sino más bien al agua sucia de un cubo de fregar. Pronto llegó la orden de traslado a un centro de acogida a esperas de ser adoptados por una familia estable y que dieran lo que un niño necesita, cariño y cuidados, la madre fue internada en una clínica para desintoxicarse de su alcoholismo.
Pasaron los años y sólo la más pequeña fue acogida por una familia, pocos se arriesgan a adoptar niños venidos de barrios marginales, son difíciles de manejar. Karen sabía que le quedaba poco tiempo por salir de allí, y planeaba con emoción lo que sería su vida, formaría una familia, tendría un buen trabajo, una casa propia, conocería el amor de su vida, tendría lo que nunca conoció. Estudio mucho hasta obtener el certificado de estudios y aprendió lo suficiente para sobrevivir por si misma.
      Las noches eran el momento más duro para Karen, su estómago se retorcía y sus piernas temblaban en el momento en que se apagaban las luces, los crujidos del suelo producidos por el padre Klaus la sometían a un estado de ansiedad extremo. Hundía la cabeza en la almohada y cuanto más cercano era el sonido de los pasos y el girar de la cerradura de alguna puerta era peor, sabía que estaba haciendo de las suyas, sabía que se acercaba el momento en que le tocara la visita del padre Klaus. Ella como algunas de sus compañeras eran sometidas a múltiples vejaciones por parte del cura, y a veces este metía algún compañero para saciar sus sucios deseos. Las culpaba por su belleza, les decía que eran obra del diablo y que Dios las castigaba así por tentar a los hombres.
     Llegó el día de su liberación del centro, con una carta de recomendación en la mano y la maleta en la otra, se dirigió hacia el obrador de pan en el que sería contratada gracias al centro. Poco duró su trabajo allí, sólo las contrataban por su mano de obra barata y para aprovechar la demanda en fiestas. Con lo poco que le habían pagado, se hospedó en un hostal de mala muerte mientras buscaba trabajo, lo que tenía sólo le daba para dormir en aquella sucia habitación, no muy distinta a la del centro, y para comer una vez al día. Acudía a todos los anuncios del periódico, y, o bien era demasiado inexperta para los comercios, o demasiado guapa para servir como asistenta
      Llegando a los días límites encontró trabajo en un club de carretera, era o eso o nada, en el anuncio ponían que necesitaban camarera, así que tampoco pasaría nada. El sitio apestaba a alcohol, y a perfume barato, pero ella estaba acostumbrada a eso y sino que remedio, era o eso o vivir en la calle. Al tiempo de estar allí le propusieron ascender, eso significaría servir algo más que alcohol, al principio se negó en rotundo, pero el dueño de aquel antro se lo puso muy claro, o eso, o no tendría trabajo, y desde que entro allí no la llamaron de ningún otro sitio. Al principio su clientela no se iba muy satisfecha, ya que o bien les vomitaba encima o no sabía dar lo que exactamente les pedían. Karen no había estado con ningún otro hombre más que el padre Klaus, y no precisamente era algo voluntario, así que no sabía muy bien que hacer. No tardo mucho en cogerle el truco a su nueva faceta, y empezó a ser de las más solicitadas en el local, tanto por su belleza, como por su juventud además de que no sólo les hacía servicios sexuales, también muchos de los clientes iban porque necesitaban a alguien que les oyese, y de eso ella sabía.
No era una vida fácil, pero le daba lo suficiente como para pagar, comer y ahorrar un poco para largarse de allí. Lo que peor llevaba era aquellos cerdos que la sometían a las más asquerosas vejaciones, algunos la ataban a la cama o a una silla y le daban palizas hasta dejarla inconsciente, visitaba urgencias tres y cuatro veces por semana. También los tenía buenos, como los llamaba ella, o bien le hacia un servicio rápido, cosa que aprendió muy bien a hacer, así no tenía que aguantar a un baboso más de diez minutos, o los solitarios, que lo único que buscaban era hablar, porque o bien en su casa no le hacían mucho caso, o eran solteros o viudos. El mejor de todos era un general retirado, la trataba con mucho respeto, tenía medio cuerpo paralizado por una herida en combate, y debido a eso se ayudaba de un bastón. Él la visitaba una vez por semana, le contaba como le había ido desde la última visita, o alguna historia de su vida en el ejército, la tenía lejos de aquellos cerdos hasta dos horas. Sus visitas fueron pasando de una vez a la semana, a día sí día no, cosa que a ella le encantaba, le había cogido cariño y se sentía protegida. Una tarde apareció con un ramo de rosas y la sentó en la butaca de la habitación, Karen no podía imaginar lo que le iba a ocurrir, ya que el general, Richard, era bastante serio y no solía mostrar ningún gesto de cariño; Richard temblaba mientras ella estaba mirándolo esperando a que él hablara, y casi sin respirar le pidió matrimonio. Sin pensarlo dos veces Karen dijo que sí, no tenía mejor opción para salir de allí, y aunque no era lo que había soñado, ni estaba enamorada, sabia que la trataría aún mejor si cabe de lo que hacia en esas visitas.
     Pasaron los meses y Richard la seguía tratando como una reina, y aunque fuera su esposa, aún la respetaba hasta el punto de no haberla tocado, cosa que Karen no entendía por qué lo hacía, pero tampoco preguntaba. Viajes, cenas, regalos, ella le hacía compañía, le daba cariño y al revés. No estaba enamorada, pero lo quería como a un padre, quizás era lo que la hacía sentir protegida, tenía por fin un padre. Una noche Richard organizó una cena con los amigos y estaba raro, había bebido más de lo que estaba acostumbrado. Cuando todos se fueron ,Karen subió a la habitación y se acostaba ,tras de ella llegaba Richard, llegando como pudo por la cojera y el estado en el que se encontraba se tiró a la cama encima de ella, Karen temblaba de pánico, jamás lo vio de esa manera y no sabía bien como actuar. La ató al cabecero de la cama y le escupió en la cara, dijo toda clase de insultos mirándola a los ojos y le pidió que no llorase .Ella le preguntó llorando por qué la trataba como los demás, y sin dejar de penetrarla bruscamente le dijo en voz alta porque era una puta y eso es lo que hacían las putas. Karen no salía de su asombro al oír esas palabras de la boca de su esposo, del hombre que la hacía sentir protegida, una mujer, sin un pasado lleno de miserias y sucio; no lo pensó dos veces y le mordió el cuello con tanto odio que lo hizo sangrar hasta dejar de respirar. El cuerpo sin vida del general estaba encima de ella atada a la cama, su estado de histeria le desgarraban las muñecas intentando liberarse de aquella cama, de aquel monstruo. Tardó casi una hora en conseguirlo y sin dejar de gritar se deshizo del camisón lleno de sangre y semen del general, y corrió sin rumbo desnuda por la calle. Por el camino se cruzó con unos contenedores de basura y vio un espejo tirado junto a ellos, lo rompió y cogió un trozo, al mismo tiempo que se producía cortes en el rostro hasta dejarlo cubierto de trozos de piel y sangre. Siguió corriendo con la cara desfigurada y gritando hasta llegar a una comisaría, en la que tuvo que ser atendida por las heridas y cesada; llegada la calma confesó lo que había hecho, mientras el comisario la miraba con cara desencajada, pensando el por qué se había hecho esas heridas en el rostro, sin dudarlo pregunto y Karen dejando de llorar dijo que estaba siendo castigada por ser bella, que todo lo malo pasado en su vida era culpa suya y debía pagar por ello, como le dijo el padre Klaus, y que era la culpable de que Richard se volviera loco y la odiara por su pasado.
    Karen fue trasladada a un centro en el que seria tratada de su locura y de sus heridas, aunque poco duro su estancia allí; una mañana, una compañera encontró el espejo del lavabo roto, unos pasos más adelante el cuerpo de Karen en el suelo y un mensaje escrito con sangre en el que se leía "PUTA".Por fin consiguió la vida tranquila que necesitaba habiendo vivido un infierno desde que ella fuese consciente, aunque esto se llevara sus esperanzas con ella.

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