De sus dedos caen restos del plumaje que un día fueron sus alas,alas con las que acariciaba el aire,su aroma su rostro,su cuerpo.Allá a lo lejos la sombra de un caballo y su jinete observaban el final de su cierva,imagen curva sobre la hierba gritando de dolor,arrancando de su pecho el corazón aún latente al que le llega su final.La noche clama su alma,su pena, y riega la tierra de un rojo que brilla con el reflejo de la luna,el brillo de sus ojos es cada vez más tenue,sus labios se despiden suavemente,en agonía,las palabras se pierden con el silbido de las ramas.El jinete se acerca hasta su lecho de muerte,sin demostrar pena alguna,sin adiós que la consuele, sin caricia que la despida, recordando el disfrute de tan macabra historia, disfrutando de los ruegos de ser amada, de los sangrantes ojos por las lagrimas derramadas, de las infectas heridas provocadas por su ira,sin consuelo allí se hallaba,la mujer que dio su vida, que vació su alma,que adoraba cual dios esperando alguna respuesta ,tan solo recibiendo dolor y oscuridad a sus entrañas.
Allí yace un cuerpo sin vida,con una rosa clavada a modo de espada atravesando su pecho, bebiendo del rocío de la noche y mezclándose entre las raíces del viejo sauce.
A mi hermana del alma Lucia
